Un patrimonio cultural y económico en extinción
Dossier del proyecto
A pesar de sus innumerables beneficios, la lana ha sido desplazada en un mercado que prioriza lo barato y desechable. Actualmente, España es el mayor productor de lana en la Unión Europea, pero esta fibra ha perdido el protagonismo y el valor económico que tuvo en el pasado.
El sistema ha convertido este recurso en un residuo y ha relegado a las personas que trabajan con ella a una situación de vulnerabilidad. Ganaderos, lavaderos, artesanos y pequeños productores enfrentan grandes desafíos para mantener viva esta tradición, mientras ven cómo su trabajo y su producto se consideran sin valor en el mercado.
Más de 300 millones de euros se pierden en España cada año por la falta de un mercado justo para la lana. Las estructuras necesarias para procesarla han desaparecido casi en su totalidad; solo quedan tres lavaderos en todo el país, un eslabón clave para que la lana pueda convertirse en una materia prima para trabajar.
En los últimos 20 años, España ha centrado el mercado de la lana en su venta en bruto sin procesar a países como China, ocupando más del 70% del mercado y olvidando así la conservación del know how y la cultura de transformación de lana local en nuestro país, algo que es vital proteger. Con cada lavadero y cada rebaño de ovejas que desaparece, se pierde un legado de saber hacer, de valores compartidos y de sostenibilidad que nuestros antepasados construyeron. Algo que si dejamos perder, será muy difícil recuperar.
Contradicciones
Mientras que la industria textil es uno de los principales motores económicos en España junto con el Turismo, el fast-fashion se ha disparado hasta un 300% en el último año en nuestro país. El 90% de la población española consume ropa sintética de menor calidad y menor precio. Esto se está convirtiendo en un problema de sostenibilidad que ya está dejando graves consecuencias también en España. La lana ha pasado de ser potencia textil a ser, simplemente, basura.
España es el mayor productor de lana en la UE, pero su lana representa menos del 0.5% de las fibras textiles utilizadas a nivel mundial. En términos globales, la lana representa menos del 1% de las fibras utilizadas en el sector textil, en comparación con el 70% que ocupan las fibras sintéticas.
Más del 90 % de la lana producida en el país o no encuentra mercado, o se vende a un precio muy bajo, lo que la convierte en un residuo que genera importantes pérdidas económicas para los pastores y para el estado.
A pesar de su bajo valor inicial, los procesadores enfrentan graves problemas de viabilidad para posicionar la lana en los mercados. Esta situación está agravada por el reducido costo de las fibras sintéticas y la competencia desleal, lo que frecuentemente provoca pérdidas económicas o incluso el cierre de operaciones.
Debido a esta situación, más del 85% del tejido empresarial productivo relacionado con la lana ha desaparecido, y de continuar esta tendencia, existe un serio riesgo de su desaparición total.
En el pasado, España contaba con más de un centenar de lavaderos de lana y miles de empleos vinculados a esta fibra. Sin embargo, actualmente sobreviven apenas tres lavaderos, que enfrentan enormes dificultades, habiéndose perdido más del 95% del sector.
En 1970, España tenía aproximadamente 23 millones de ovejas. Para 2022, este número se redujo a unos 15 millones, según el Ministerio de Agricultura. Entre 2010 y 2020, el número de explotaciones ovinas también disminuyó en un 20%. En 2019, cuando los precios ya eran bajos, el kilo de lana merina se compraba 2,40 euros y un año más tarde, en 2020, ese precio se desplomó hasta los 40 céntimos el kilo. En el 2024 la lana merina cotiza a 30 céntimos el kilo y el resto de las lanas a 0 o negativo.